domingo, 13 de enero de 2013

El cementerio de los Curros olvidados.

En mi sueño todos estábamos sentados sobre el sofá hecho polvo del local grande. Tú  garabateabas en una pizarrita de esas magnéticas en las que puedes escribir con un pseudobolígrafo sobre un fondo blanco panelado y luego pasar la banda del 
borrador "mágico". Era el típico juguete obsoleto que dejaron abandonado allí por los siglos de los siglos y que quizás perteneció a un niño que ahora tendrá veinticinco años como mínimo.

Creo que a estas alturas de la película me había convertido en algo igual de inerte e inútil, como el patinete de ruedas que no giran, o un oso de peluche lleno de polvo al que le falta un ojo.