domingo, 21 de abril de 2024

domingo, 7 de abril de 2024

Texturas.

Cenando en Puerto Madero, nos dimos cuenta de que, por alguna curiosa razón, "La Consagración de la Primavera" de Stravinsky había sido para nosotros una piedra angular años atrás. La pusimos a todo trapo en tu nuevo coche de regreso a casa, como si fuéramos auténticos locos, maravillándonos de cómo ambos podíamos seguirle el rastro a cada una de esas melodías inquietantes, impredecibles y turbias que solo un tipo a las puertas de la Unión Soviética podía llegar a componer. ¡Y qué demencial, qué genialidad sentir cómo se articulaba todo aquello sobre sí mismo a modo de capas de cebolla con incesantes cambios de compás y abundantes disonancias!

Me siento como ese tímido fagot inicial: dudoso de sí mismo, incapaz de creer que, por una vez en su miserable vida, está protagonizando un solo (qué cojones... ¿un solo de fagot?). Pero sin duda, a veces la vida te sorprende.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Mi límite es el cielo.

Saltaré por la azotea colgado de la estrella más brillante de todo el firmamento y con la punta de mis dedos, trazaré una estela de purpurina a lo largo del trayecto. Inspiraré profundamente, me podré de puntillas para ser más ligero que una pluma y volaré hacia lo más alto del espacio dando volteretas en un remolino de polvo cósmico. Allí, espíritus celestiales que todo lo iluminan acudirán a mi encuentro para envolverme con sus alas redentoras. En ese preciso instante, justo en el centro del infinito, los sonidos de la Tierra no serán más que murmullos de recuerdos lejanos y ya no habrá dolor.

♫ Aníron - Enya

miércoles, 3 de mayo de 2023

Reflejarán.

Para qué quiero asomarme al abismo de tu mente, si voy a contemplar con vértigo la maravilla de paisaje, encerrada en mi jaula y con plumas creciendo en mi espalda. 

Para qué asomarme al abismo de tu mente y ver a lo lejos, estrellas brillando con luz del pasado en un presente ilusorio, oscuro e inerte. 

Para qué observar curiosa a través de la cerradura tu mundo interior inmenso, si la llave que abre esa puerta quedó atrapada en algún instante del tiempo




"All these words that I left unspoken
I will say when I meet you again
I see you but I can′t feel your presence
I feel you but you′re fading away

Let it all wither...
Let it all wither and let it go"

jueves, 29 de diciembre de 2022

Fuera de servicio.

La película finalizaba con Balto abrazando a las dos partes de su naturaleza: la del perro y la del lobo. Yo me siento en el mismo limbo que él pero aullando a una luna fuera de servicio y sin auroras boreales que anuncien la vuelta al hogar. 

A veces me abrazo a mí misma en un arranque de autocompasión y fantaseo con interactuar con la niña alegre de mi pasado para decirle lo increíblemente única que me parece. Inmediatamente después me miro en el espejo y la imagen del presente me devuelve un sentimiento de fracaso y desolación total fruto de una vida desquiciada y desgastada. Justo en ese instante, aunque no quiera, aflora en mi mente como un germen aquel video de los suburbios de internet en donde once miembros de una familia hindú mueren ahorcados en el techo de su salón como consecuencia de una especie de ritual desarrollado por ellos mismos.

"...entonces es verdad que estoy loco, entonces soy efectivamente el lobo estepario que tantas veces me he llamado, la bestia descarriada en un mundo que le es extraño e incomprensible, que ya no encuentra ni su hogar, ni su ambiente, ni su alimento". - Hermann Hesse

El Chico (Borradores 2014).

Parecía increíble, pero pese a todos mis esfuerzos por evitarlo haciendo un repaso de las distintas técnicas de relajación, pocas veces en la vida había alcanzado tales niveles de nerviosismo. Él no miraba jamás a la cara, y eso en cierto modo hacía el proceso más sencillo a la par que complicado: Por un lado, no estaba expuesta a unos ojos expectantes a la espera de que yo, con mi torpeza singular fuese capaz de verbalizar alguna oración con sentido, pero por otro, su mirada huidiza e inquieta situaba a El Chico en otro planeta muy lejos de aquí en donde la comunicación podría llegar con ciertas interferencias. En cualquier caso, me armé de valor y con un hilito de voz casi inaudible le dije “Voy a echarte de menos”. No obtuve respuesta, El Chico no hablaba, pero de alguna manera yo percibía que él estaba contento con mi compañía, haciéndome partícipe de la tranquilidad y el silencio del momento, que me animaba incluso a entonar algunas cancioncillas mientras balanceaba sus manos al ritmo de la melodía.

Siempre fui soñadora, imaginando mil y una alternativas paralelas a una realidad tangible que poco o nada tenían que ver con ella. “Complejo de exclusividad” lo denominó un compañero de clase, perteneciente como yo, al colectivo de quasi psicólogos de la universidad. Pero lo cierto es que por alguna razón, El Chico me hacía sentir especial, envolviéndome en una complicidad difícil de determinar pero presente en el ambiente, en cada uno de sus silbidos sordos, o en la manera en que zarandeaba la cabeza cuando escuchaba alguna melodía pegadiza mientras exclamaba con una voz aguda y cómica  “¡Piru, piru, piru!”.

jueves, 7 de febrero de 2019

Y a quien madruga, Dios no existe.

Irrumpió en la vida de todos colándose por la puerta de atrás como un maquiavélico caballo de Troya capaz de fulminar hasta la más potente de todas las máquinas: . Se presentó sin pensarlo dos veces, con premeditación y alevosía, con nombre y apellido: Carcinomatosis Peritoneal, Carcinomatosis Peritoneal... Resuena en mi cabeza a horas intempestivas con un eco incesante emitido por miles de gargantas rasgadas, como si de alaridos procedentes del mismísimo infierno se tratara.  No alcanzo a asimilar la inmensidad de no volver a verte, no puedo hacer frente a los meses que se avecinan.

Te quiero, te quiero, te quiero.

jueves, 13 de marzo de 2014

Maniobras de escapismo.

Llevaba más de veinte minutos removiendo la sopa de fideos como si pretendiese que todos mis pensamientos se deslizaran por aquel remolino humeante para acabar muriendo en lo más profundo del bol. Lo cierto es que nunca me gustó el ramen; Tampoco el modo en que jugueteabas con tu pelo, ondulando sin cesar uno de tus mechones rebeldes que se escapaba entre tus dedos como un potro desbocado. Odiaba que robaras mi camisa para ponértela mientras yo dormía. Me molestaba la desbordante vitalidad que emanabas en cada uno de nuestros despertares, poniéndote de pie sobre la cama y armando un jaleo insufrible subiendo de un golpe aquella dichosa persiana. Y es que al final y tras un millón de avisos a los que hiciste caso omiso, te la cargaste, dejando encajados en diagonal cada una de las lamas; por cabezota, por tonta y torpe...porque te quiero y te echo de menos.