lunes, 6 de mayo de 2024

Un ruteo que desapareció.

Me cortaba las alas casi todas las noches para purgar la pena, pues las plumas se empeñaban en crecer desordenadamente, formando remolinos que ocupaban todo el espacio. "Eso no podía ser", me decía a mí misma y me decías tú con tus miradas esquivas, fruto de tu idea de "amor racional".

Pese a lo fastidioso del asunto, la pérdida de sangre no era algo problemático, ya que podía recuperarla descansando del macabro ritual alguna que otra noche. Lo que verdaderamente empezaba a pesar era todo ese tejido cicatricial que iba acumulándose y generando un daño irreversible, como si de un hígado cirrótico se tratara. En realidad, nunca sabré si es mi condena o mi salvación, porque de las cicatrices no vuelven a salir nuevas plumas que cortar.